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Virus del Nilo Occidental: ¿hay más riesgo este verano?

El verano ya está aquí y con él los temidos mosquitos. En los últimos años se han producido brotes por el virus del Nilo Occidental. ¿Supone un riesgo para la salud? ¿Cómo prevenirlo? Te contamos todo lo que debes saber



Conocido desde que en 1937 se describiera el primer caso en Uganda, el virus del Nilo Occidental, o West Nile, ha llegado ya a todos los continentes excepto a la Antártida. “Las aves son el principal reservorio epidemiológico de esta zoonosis, y a ellas se les atribuye un papel importante en la diseminación del virus entre distintas regiones geográficas, siendo las zonas húmedas como deltas de ríos, zonas pantanosas o lagos con abundancia de aves migratorias y mosquitos, el hábitat óptimo para su propagación”, explica a CuídatePlus Ana Vázquez, investigadora del Centro Nacional de Microbiología del ISCIII.


Desde inicios del siglo XXI el virus del Nilo Occidental es endémico en zonas de Europa como España, Italia y Grecia. En nuestro país se ha detectado ya el linaje 1 del virus en el suroeste y el 2 en Cataluña. Jorge Arturo Hancco, especialista en Medicina Preventiva del Hospital Quirónsalud Sagrado Corazón, añade que en España el vector está ampliamente distribuido y se conoce la circulación del virus en ciertas regiones, como en humedales donde cohabitan aves y mosquitos en Andalucía, Extremadura, Comunidad Valenciana y Cataluña. 



Contagio en humanos

Si el reservorio del virus son las aves, ¿cómo llegan a contagiarse las personas? A través de la picadura de un insecto. Se trata del mosquito común, del género Culex. Éste se contagia del virus al alimentarse de las aves infectadas. “El mosquito está activo en los meses de verano, dependiendo del año, momento en el que se concentran los casos”, afirma Diego García, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc.).


Hancco añade que “se han descrito otros mecanismos de transmisión: por transfusión o trasplante, vía transplacentaria y por exposición accidental”, pero estas vías no suelen ser las habituales. García añade que “tiene que pasar siempre por el mosquito para que pueda haber una transmisión a personas cercanas”.

Síntomas


El 80-85% de los casos pasa de forma asintomática o con síntomas de un catarro leve. El resto tendrá una sintomatología general que puede corresponderse con los síntomas de cualquier virus: 


  • Fiebre.

  • Dolor articular y ocular.

  • Dolor de cabeza.

  • Rash (erupción cutánea).

  • Fatiga. 


En menos del 1% de los casos pueden aparecer síntomas neurológicos que afecten al sistema nervioso central, sobre todo a pacientes con inmunosupresión o mayores, añade García. 


La afectación neurológica puede presentarse como meningitis, encefalitis o parálisis fláccida, siendo la encefalitis más frecuente que la meningitis. Según Hancco, “la parálisis fláccida se ha identificado como una presentación clínica relativamente frecuente en personas jóvenes sanas. Puede haber también afectación digestiva. Se han descrito también, aunque con poca frecuencia, miocarditis, pancreatitis y hepatitis fulminante. Estas complicaciones pueden ser mortales (aproximadamente en un 10% de las formas neurológicas) y son más frecuentes en los mayores de 50 años de edad y en las personas que han recibido un trasplante.


¿Qué hacer si me ha picado un mosquito?

La enfermedad puede transmitirse en las zonas de riesgo -humedales en los que cohabitan aves y mosquitos-. De esta forma si se presentan síntomas y fiebre la persona con la picadura debería ir a su centro de salud. Sin embargo, Hancco llama a la calma: “sólo uno de cada 100 presenta síntomas neurológicos”.


No existe ni tratamiento ni cura para esta enfermedad. El virus del Nilo Occidental también afecta a los caballos, para los que sí existe una vacuna. 


Cómo reducir el contagio del virus del Nilo

Vázquez y Hancco nos dan algunas medidas preventivas para reducir evitar la picadura de estos insectos y reducir su área de influencia. 

  • Evitar picaduras de mosquito con medidas de protección individual (uso de manga y pantalón largos, calcetines y de repelentes eficaces) especialmente a última hora de la tarde.

  • Uso de mosquiteras en puertas y ventanas. 

  • Control vectorial con el uso de biocidas para destruir sus larvas y mediante la reducción de superficies donde se favorezca el desarrollo del mosquito (recipientes donde se acumule el agua, jardines y zonas verdes de urbanizaciones cercanas a las viviendas, fugas, charcos, residuos, etc.).

  • Vigilar cuartos de bomba con depósito de agua potable o para la recepción de aguas residuales, bajos inundables de edificios, etc.

  • Dejar la luz apagada si la ventana está abierta: los mosquitos acuden a la luz.

  • En el exterior, procurar mantenerse alejado de espacios donde haya agua estancada sin tratar (agua no clorada), como desguaces de neumáticos, fuentes, piscinas, estanques, lavaderos, agujeros de árboles, etc.

  • En caso de usar insecticidas en aerosol hay que airear bien las habitaciones. Estas sustancias deben estar registradas para uso doméstico. Los difusores eléctricos antimosquitos deben usarse siempre con las ventanas abiertas (al menos cuando se pernocte en la habitación).

  • Resulta importante no guardar en el domicilio recipientes (macetas, juguetes o cubos...) que puedan acumular agua y, en caso de que sea imprescindible, vaciarlos al menos, una vez a la semana. 1. Si no es posible evitar el vaciado o la protección, como es el caso de estanques, piscinas o fuentes ornamentales, se puede controlar su cría utilizando métodos de cloración del agua o la introducción de peces que se alimentan de huevos y larvas.

  • En el caso de explotaciones ganaderas es muy importante la vigilancia, así como evitar agua de charcos en rodadas de vehículos o caminos, fugas de agua por grifos o conducciones, bebederos con fugas…


Evolución de la transmisión

En Europa y América del Norte se han producido brotes epidémicos en los últimos años, explica Vázquez, “convirtiéndose en una amenaza emergente de salud pública y animal en estas zonas. Esto se ha visto también en nuestro país, habiéndose detectado el mayor brote en humanos en el año 2020 -en la zona de Doñana- y desde el cual se han ido registrando casos anualmente, detectándose además en zonas donde nunca antes se había hallado”.


Según explica García, el año pasado (2023) hubo menos casos notificados pero sí hubo un mayor número de localizaciones, lo cual nos hace pensar que esta clase de infecciones van a ir en aumento. No obstante, cuando comienzan a producirse este tipo de  “infecciones, la sospecha diagnóstica no es alta al principio”.  En eso coincide Vázquez para quien “entre los factores que contribuyen a aumentar el riesgo de diseminación de esta enfermedad, cabe citar las mejores condiciones climáticas, la abundancia de vectores en contacto con aves y humanos, y la presencia de aves migratorias infectadas”.


Hancco añade que los brotes se han concentrado hasta la fecha en algunas áreas críticas:  En Sevilla, alrededor del núcleo de Coria del Río y La Puebla del Río (52,5% en 2020 y 50% en 2021), y en la zona de Cádiz en Vejer de la Frontera (36,4% en 2020 y 33,3% en 2022).


Desde 2007 se realiza la vigilancia en aves, équidos y mosquitos para analizar la presencia de la enfermedad. “La vigilancia de mosquitos se focaliza en la identificación de los insectos capturados mediante trampas para ver la distribución y época de actividad de las especies competentes, así como el análisis por PCR de la presencia del virus”, concluye Vázquez.


En cuanto al riesgo para esta temporada, según el informe Evaluación rápida de riesgo, del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), “teniendo en cuenta la probabilidad de transmisión y el impacto de la enfermedad, es moderado en las zonas donde en esta temporada o en las previas se han detectado focos equinos, aves o mosquitos infectados y/o casos humanos. En el resto del territorio español, donde el virus aún no se ha detectado, el riesgo se considera que es menor, aunque no se descarta la extensión de la circulación del virus a nuevas áreas.


Este riesgo se mantiene durante la temporada de mayor actividad del vector, desde mayo a noviembre, siendo mayor durante el verano y el otoño. Fuera de ese periodo, el riesgo es muy bajo en todo el territorio”. 

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