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Transfusión de sangre para rejuvenecer: esto es lo que dice la ciencia

El empleo de transfusiones de sangre de personas jóvenes para frenar el envejecimiento ha atraído la atención mediática e, incluso, algunos multimillonarios han probado sus efectos. Una hematóloga repasa las evidencias científicas sobre su eficacia presente y futura.



El empresario estadounidense Bryan Johnson ha entablado una cruzada frente al envejecimiento a través de su proyecto Blueprint, con el que afirma haber mejorado ciertos marcadores que le han permitido rejuvenecer gracias a estrategias como la restricción calórica, el ayuno intermitente, el uso de medicamentos y suplementos alimenticios, un horario de sueño estricto y pruebas diagnósticas frecuentes. También ha llegado a recibir transfusiones semanales de sangre (concretamente, de plasma, que es el componente líquido) de su hijo adolescente, pero finalmente abandonó esta práctica por sus nulos resultados.


No es el único que ha emprendido este tipo de aventuras en pos de la eterna juventud, aunque conviene precisar que otros empresarios a los que se les han atribuido lo han desmentido categóricamente. “No soy un vampiro”, proclamó hace unos años Peter Thiel, cofundador de PayPal.


Junto a las importantes connotaciones legales y éticas del procedimiento, cabe preguntarse si estas transfusiones de sangre joven son -o pueden serlo en el futuro- realmente eficaces. En teoría, los diversos componentes de la sangre de una persona joven están en mucho mejor estado que los de alguien mayor, por lo que transferirlos al anciano podría contribuir, al menos en parte, a revertir ciertos efectos o enfermedades propios de la vejez. Aunque esto es mucho decir.



Hay quien va más allá teorizando y, dando un triple salto mortal, asegura que ya se ha demostrado la eficacia de esta práctica en ratones. En realidad, no es así. Lo que se ha probado con éxito en roedores es lo que se conoce como parabiosis, que es algo muy distinto a una transfusión sanguínea. Por otra parte, hay que tener en cuenta que de los ratones a los humanos hay un buen trecho.


Qué es la parabiosis y cómo ‘rejuvenece’ a los ratones

La parabiosis consiste, según explica Cristina Arbona, portavoz de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH), “en conectar la circulación sanguínea completa de un ratón mayor con la de un ratón joven”. En estos experimentos, “la circulación es continua y se mezcla totalmente la sangre de los dos animales, que están unidos en todo momento”. Están conectados quirúrgicamente, algo que implicaría, en caso de aplicarse en personas, vivir como hermanos siameses.


Un estudio publicado en la revista Cell Stem Cell demostró que la denominada parabiosis heterocrónica induce en ratones la revitalización de las células madre y el rejuvenecimiento de los tejidos envejecidos. Esto no necesariamente significa que se alargue la vida de los ratones.


El precio que hay que pagar por rejuvenecer al animal más viejo es demasiado alto y hace totalmente inviable esta práctica en humanos. Al intercambiar completamente su sangre, expone Arbona, “el ratón joven se sacrifica y envejece más rápidamente para que el más viejo pueda rejuvenecer algo”.


Estos experimentos fueron los que llevaron a muchos gurús de la medicina antiedad a pensar que, si es la sangre lo que rejuvenece, transfundir sangre o plasma de personas jóvenes conseguirá este efecto. Pero, en palabras de la hematóloga, “eso no se ha demostrado en absoluto, no hay ningún indicio científico de que las transfusiones aisladas logren ese efecto”. La razón es que, probablemente, lo que se intercambia en la parabiosis no es solo la sangre o el plasma, sino también otros componentes.


Razones para descartar las transfusiones de sangre joven

Los motivos por los que las transfusiones de sangre y plasma de individuos jóvenes carecen de sentido en la actualidad y, seguramente, también en el futuro pueden resumirse en estos tres puntos:


  • No es ético. La sangre siempre escasea y no puede conservarse por mucho tiempo; por eso, muchos hospitales organizan maratones de donación, para concienciar a la población y aumentar las reservas. Es más, las legislaciones europeas, entre ellas la española, prohíben el tráfico de sangre y de productos derivados de ella. “La sangre se tiene que donar de forma totalmente altruista y tenemos que trabajar para que siga siendo así”, subraya Arbona.  

  • No hay evidencia de que funcionen. Como ya se ha comentado, la evidencia científica no aporta ninguna prueba de que las transfusiones tengan un efecto rejuvenecedor. Tan solo se ha demostrado que la técnica conocida como parabiosis mejora ciertos marcadores de envejecimiento en ratones, pero su utilización está totalmente descartada en humanos.  

  • Las transfusiones no están exentas de riesgos. Tal y como señala la portavoz de la SEHH, “no se trata solamente de la posible transmisión de enfermedades, ya que hoy en día la sangre se considera muy segura porque se analizan la mayoría de los virus que se podrían transmitir”, sino que hay que considerar “las posibles reacciones alérgicas debidas a la infusión de plasma y la afectación pulmonar aguda por transfusión”, entre otros riesgos. “La infusión de grandes volúmenes en una persona que tiene el corazón afectado supone un riesgo cardiovascular cuando se hace sin ningún tipo de control”, afirma la experta, quien considera que es “una auténtica aberración”. Hoy en día, concluye, “se sabe que la transfusión, cuando no es necesaria, tiene más efectos negativos que positivos” y su uso queda restringido a determinadas enfermedades y condiciones. Por ejemplo, en caso de anemia, las guías clínicas solo contemplan la transfusión “cuando el paciente tiene una anemia evidente con síntomas importantes”.

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