Lo que sembremos desde la infancia en hábitos saludables marcará nuestro proceso de envejecimiento, pero nunca es tarde para adherirse a las recomendaciones para preservar la salud física, cognitiva y emocional.
Al llegar a una edad avanzada lo que preocupa a muchas personas es la estética del envejecimiento, las arrugas, las canas o esas protuberancias corporales, que no son precisamente músculos, y que un día aparecen en el espejo. El proceso natural del envejecimiento, incluso en hombres y mujeres que mantienen estilos de vida hipersaludables (si es que esto existe), sigue rutas muy similares para todas las personas y se impone a los retoques cosméticos por muy sofisticados que sean. Envejecemos por fuera, pero también por dentro, y está en nuestra mano aminorar el proceso con algunas tareas de mantenimiento.
Envejecimiento primario y secundario
Por ello plantea como cuestión previa qué es lo que entendemos por “estar sanos”, algo sujeto a interpretación y no siempre con los mismos criterios, porque hay una salud subjetiva (cómo me encuentro) y una salud objetiva (cómo estoy). Tanto en las encuestas del Instituto Nacional de Estadística como en las realizadas en otros países, dominan las respuestas positivas cuando se pregunta por la salud, incluso en el grupo de mayores de 85. “Es decir, que la salud subjetiva de los mayores es buena, o, al menos, así la vive el colectivo, pero el panorama de la salud objetiva no es tan optimista”, puntualiza Ribera. Y es que en torno a dos tercios de la población con esa edad es hipertensa, el 25% tiene diabetes tipo 2, entre el 20 y el 40% presentan trastornos cardiacos y cerca de un 20%, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Más del 80 % tiene alteraciones de oído y/o vista. Y entre el 5 y el 10% padecen algún grado de deterioro cognitivo, lo que podría afectar a un tercio de la población por encima de 90 años. Otros procesos, como las infecciones y los tumores malignos, también aumentan su incidencia y prevalencia según envejecemos.
Beneficios para la salud física y mental
Está más que demostrado que mantener una alimentación adecuada a lo largo de la vida es uno de los puntales de la salud en la vejez. Consumir frutas y verduras en abundancia, cereales integrales, suficientes proteínas magras, y evitar los alimentos ultraprocesados, son algunas de las reglas archiconocidas, aunque no siempre fáciles de seguir porque requieren cierta disciplina. Las investigaciones sobre sus beneficios físicos son innumerables, como refleja un artículo novedoso publicado en Maturitas sobre el estudio HELIAD, que demuestra cómo la adherencia a la dieta mediterránea mejora la trayectoria del envejecimiento. Pero los estudios científicos también relacionan cada vez más la repercusión de una dieta saludable en la salud mental. Uno de los más recientes, aparecido este mayo en Neurology, sugiere que las personas que mantienen altos niveles de antioxidantes en sangre tienen menor riesgo de padecer demencia o que podrían retrasarla muchos años. Se centra en los antioxidantes que contienen las verduras de hojas verdes como espinacas, kale, brócoli y guisantes, y en frutas como naranjas, papaya, mandarinas y caquis.
Adelantarse a los problemas de una edad muy avanzada
Según una reciente encuesta nacional estadounidense el 88% de los mayores de 50 años dicen que quieren envejecer en su domicilio, pero casi nadie quiere hablar de las dificultades que podrían presentarse con el curso de los años. Los expertos del Centro Geriátrico de la Universidad de Michigan, recomiendan no esperar a que llegue la crisis para poner remedio. Se puede estar muy en forma después de los 70, pero en algún momento pueden aparecer discapacidades y se perderá autonomía, por lo que recomiendan planificar ciertos cambios que faciliten la vida en casa.
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