Los festivales calientan motores en primavera y se prolongan durante todo el verano. La exposición a estímulos sonoros a altos volúmenes durante un tiempo prolongado puede producir pérdida de audición y acúfenos. Los otorrinos ofrecen consejos muy sencillos para minimizar el daño.
Al salir de un concierto y, más aún, después de un festival de música es habitual notar los oídos acorchados y escuchar pitidos (acúfenos) durante unas horas o días. Pero el hecho de que sea algo frecuente no implica que sea bueno. De hecho, no es un buen signo, sino una señal de alerta de que se está produciendo un daño.
Los otorrinos lo tienen claro: la exposición a niveles elevados de música a altos volúmenes y de forma prolongada tiene consecuencias a medio y, especialmente, a largo plazo. Es un daño que se añade a la pérdida de audición propia del paso de los años y que se acentúa a partir de los 65-70 años.
Faustino Núñez Batalla, presidente de la Comisión de Audiología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (Seorl-CCC), expone una tendencia actual que, en realidad, no es tan nueva, aunque es posible que se haya intensificado: “A los jóvenes les gusta escuchar la música muy alta”, ya sea a través de dispositivos de escucha personal (auriculares para el móvil) o de los equipos de amplificación de los conciertos y grandes eventos al aire libre o en espacios cerrados, en los que hay poco control del volumen de la música.
Daño auditivo progresivo e irreversible
A la larga, las consecuencias para la audición son pronunciadas e irreversibles, pero tardan en manifestarse y al principio solo se producen lesiones muy sutiles. “Lo primero que se establece es lo que se conoce como hipoacusia oculta, que lleva a que las palabras se vayan entendiendo cada vez peor”. A la vez, aparecen los acúfenos o tinnitus, que son “un sonido constante -un pitido o zumbido- que no proviene de una fuente exterior”.
Así lo corrobora Teresa Rivera, jefa del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid), quien señala que las lesiones producidas por los sonidos elevados pueden ser transitorias, pero “si la exposición es demasiado intensa, tanto la pérdida de audición como los acúfenos llegan a ser permanentes”. La especialista apunta que la aparición de acúfenos suele acompañar a la sordera, pero también pueden producirse sin que exista una merma de audición.
El umbral a partir del cual el sonido empieza a ser tóxico para el oído se sitúa en 85 decibelios, un nivel que se sobrepasa ampliamente en los conciertos y festivales de música, donde se alcanzan con facilidad los 100 decibelios. A estos volúmenes de sonido, “que la pérdida de audición y la aparición de acúfenos sea transitoria o permanente dependerá del tiempo de exposición”, indica Rivera. Además, hay que tener en cuenta los factores individuales que hacen que algunas personas sean más vulnerables que otras.
Medidas para prevenir los acúfenos y la sordera
La mejor prevención es, obviamente, reducir la exposición al ruido. No se trata de dejar de acudir a los festivales; basta con adoptar medidas lógicas, como evitar acercarse demasiado a los altavoces -y más durante un tiempo prolongado- y el uso de tapones.
Quienes no han utilizado nunca tapones en un concierto pueden pensar que impiden disfrutar de la música, pero no es así. De hecho, los músicos profesionales los usan asiduamente para proteger sus oídos y evitar la pérdida significativa de audición (con acúfenos añadidos) que obligó a Phil Collins a retirarse de la música. Es solo uno de los numerosos artistas afectados.
¿Qué tapones usar? Núñez recomienda los de espuma que se venden en las farmacias. “Con ellos no se pierde ni una nota y pueden quitar entre 20 y 30 decibelios de intensidad”.
Para el día a día, con el fin de minimizar los daños potencialmente irreversibles de escuchar música de forma continua a través de auriculares, los otorrinos recomiendan seguir la regla 60-60: no utilizar más del 60% de la capacidad máxima de volumen que ofrecen los auriculares y no permanecer más de 60 minutos al día con ellos puestos.
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