¿Qué dice la investigación científica sobre el efecto que tiene la jubilación en los procesos cognitivos? ¿Es posible que seguir trabajando ayude a preservar la función y a mantener a raya el envejecimiento? ¿La jubilación debería ser forzosa o voluntaria?
Cada vez más trabajos científicos tratan la jubilación intentando comprender sus efectos psicológicos en el bienestar personal y en la calidad de vida de personas que prefieren mantenerse profesionalmente activas.
¿Hasta qué punto los años de inactividad laboral afectan a las habilidades cognitivas? ¿Es posible mantener lo que llamamos facultades intelectuales o mentales prolongando los años de trabajo? Seguramente hay tantas incógnitas por despejar como perspectivas de estudio sobre esta etapa vital, pero una de las más apasionantes debería responder a una pregunta muy candente: ¿la jubilación debería ser voluntaria?
Hasta no hace mucho la jubilación voluntaria se refería a retirarse del sector laboral antes de los 65 años, pero el panorama ha cambiado. El sistema de pensiones del mundo occidental ha subido la jubilación mandatoria a los 67 años, ya que vivimos más años y que bastantes personas mantienen altas sus capacidades físicas y cognitivas como para seguir desarrollando cierta carga de trabajo.
Maneras de enfrentarse a la jubilación
Hay muchas formas de afrontar la jubilación, casi tantas como categorías laborales y tipos de personas. Para algunos jubilarse significa, sin más, el fin de la vida laboral, un nuevo rol social y el principio de la vejez, pero para otros puede ser la liberación de un trabajo estresante, una auténtica agonía. Sin embargo, cada vez hay más gente que tiene que jubilarse en un momento profesional productivo y satisfactorio, y en esos casos se percibe con sentimiento de pérdida personal. Muchos estudios han demostrado que la falta de actividad en la vejez puede incidir negativamente en la salud y el bienestar, afectando en definitiva a las actividades básicas de la vida diaria.
Pero no basta con encontrarse en plena forma física y mental, ni con el mero deseo de seguir trabajando solo por no perder el estatus social y económico. Es muy importante que la persona próxima a la jubilación esté satisfecha con su actividad profesional, con algunas posibilidades de desarrollo que todavía puede tener, con su influencia en el entorno laboral, con el valor reconocido del trabajo que realiza, incluso con la adecuación de horarios a sus intereses personales.
Claro está, uno de los factores que más impactan en este cambio vital es el tipo de actividad profesional que se ha mantenido durante los últimos años laborales, pues jubilarse es más fácil en profesiones que pueden redirigir sus habilidades y conocimientos, sin prescindir totalmente de ellos.
Retrasar la jubilación atenúa el deterioro intelectual
En general hay poco conocimiento científico sobre los efectos de la jubilación en las funciones cognitivas. Hay muchos factores externos que pueden influir en el proceso de envejecimiento, como el estado general de salud, el ejercicio físico y la dieta, las actitudes y aptitudes de cada persona, el bienestar psicológico, la situación familiar…, sin olvidar la merma de ingresos que supone pasar a ser pensionista. Y tampoco se puede obviar que cada individuo puede desarrollar recursos personales que le ayuden a resistir los cambios cognitivos asociados a la edad. Es decir, que uno envejece más o menos según la cantidad de recursos psicológicos, cognitivos, sociales y de motivación que pueda manejar.
Un trabajo coordinado desde el Instituto de Investigación Idival (Hospital Marqués de Valdecilla y Universidad de Cantabria), publicado en Behavioral Science, predice que el declive cognitivo propio de la edad es más lento y menos abrupto en personas que a la edad de jubilarse siguen con actividad profesional, frente a quienes se retiran definitivamente en edad legal (incluso se prejubilan).
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