Durante la primera etapa de desarrollo de un niño se pueden observar y experimentar diferentes fases. Una de ellas, y quizá la más complicada de llevar, son las rabietas que tanto afectan a los padres.
Estos berrinches o brotes de mal genio forman parte de la conducta normal de un niño. Esta fase suele manifestarse por primera vez en el primer año y se puede alargar hasta los tres o cuatro años. Pero, antes de llevar al extremo la preocupación propia de los padres, es importante entender que están actuando según la edad que tienen y es necesario comprender por qué se producen estas reacciones para ayudar a superar este periodo.
Al iniciar este proceso de reflexión, se debe plantear la siguiente pregunta: ¿son buenas estas rabietas para el niño? La respuesta es sí. El libro Qué se puede esperar el segundo año (2011), de Heidi Murkoff y Sharon Mazel, nos enseña qué es lo que se oculta tras estas pataletas y las razones por las que éstas pueden resultar beneficiosas para el proceso de crecimiento del pequeño:
Necesitan soltar su frustración. Los intentos de un niño a la hora de conseguir algo se ven impedidos , ya sea por no poder coger la pieza del rompecabezas, por abrocharse mal una camisa o por ser incapaces de decir lo que requieren.
Necesitan comunicarse. Muchos pequeños aún no cuentan con las habilidades lingüísticas necesarias para poder comunicarse correctamente, por lo que para ellos un berrinche es su forma de expresarse.
Necesitan establecer su autonomía. Ellos buscan poder actuar de manera independiente y sentirse como tal, demostrar que lo que quieren es importante.
Falta de control en su propia vida. Siempre les dicen lo que deben y no deben hacer, y sobre sus propias emociones, ya que, cuando éstas se descontrolan, ellos también lo hacen.
Cómo evitar las rabietas
Aunque no existen fórmulas exactas para deshacerse definitivamente de estos brotes, el libro propone una serie de patrones con los que se puede tratar de evitar que surjan o se conviertan en algo más delicado. “Empiece su programa de prevención haciendo un seguimiento de las rabietas de su hijo durante una o dos semanas, anotando cuándo ocurren y por qué”, sugieren las autoras.
De esta forma, conociendo de antemano los desencadenantes de su comportamiento, será más fácil poder modificarlos o eliminarlos, mediante las siguientes pautas:
Establecer un horario regular para su hijo. Las comidas, las siestas y demás rutinas diarias ayudarán a reducir el riesgo de berrinche.
Dejar que descanse adecuadamente. Hay que asegurarse de que duerme las horas suficientes, tanto en las siestas como por las noches.
Proporcionarle la energía suficiente. Debemos ofrecerle los tentempiés nutritivos necesarios para evitar las crisis provocadas por el hambre.
No ceder ni abusar del “no”. La negatividad de los padres puede causar muchos berrinches. A veces hay que decir “sí” u ofrecer una alternativa aceptable, siempre estableciendo unos límites claros y razonables. Pero no se debe ceder ante una rabieta, ya que entonces estaría transmitiendo el mensaje equivocado a su hijo sobre que puede obtener lo que quiere si chilla.
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